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Enterrazados
entre cañas y papas

01·AGO·2025

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Quien me conoce sabe que una de las cosas que más me gusta, además de la Geografía, es tomarme algo en una terracita. Por suerte para mí, Las Palmas de Gran Canaria tiene una amplia y variada oferta.


Si lo ponemos en cifras exactas, en el municipio hay 622 terrazas, con sus 3.841 mesas y 12.947 sillas (un aforo conjunto que supera al del Gran Canaria Arena).


En estos números se nota la idiosincrasia de la gente, que hace buena parte de su día a día en la calle —desayunos, cañas, comidas, meriendas, cenas, copas, etc.— y disfruta de la vida. A ello ayuda la bondad del clima, con calorcito y sol durante todo el año (salvo el paréntesis veraniego que ofrece la panza de burro), algo que podría explicar que hasta el 83,3 % de las terrazas tengan algún tipo de sombra, ya sea conseguida mediante sombrillas o con toldos.


Pero la verdad es que las terrazas no son algo que abunde en toda la ciudad. Si nos fijamos en el mapa, realmente es en la Ciudad Baja (y no toda) donde encontramos una alta cantidad y densidad de estas sillas disponibles para tomar un vino, appletisers, Coca-Colas, papas arrugadas o queso frito herreño… Vamos, que en mi caso —que no vivo en esa zona— debo desplazarme bastante para encontrarlas; mientras que otras personas se tropiezan con ellas nada más salir de su portal.


En la cartografía, cada hexágono granate reúne más de 500 sillas repartidas en una o más terrazas, dentro de una superficie de aproximadamente 3 hectáreas (lo que es igual a 3 campos de fútbol). Si el hexágono tiene el azul más claro de la gama, la cifra estará entre 1 y 25 sillas.


No descubro nada al decir que las zonas que en el mapa se tiñen de colorado o bermejo —como Triana, parte de Vegueta y, fundamentalmente, la mitad norte de Las Canteras— son también algunas de las más turísticas de la ciudad. Es decir, ya no es solo la idiosincrasia de la gente que apuntaba antes, sino el hecho de que Canarias, y esta ciudad en particular, tienen una economía altamente terciarizada y muy especializada en el turismo y el ocio, con focos muy relevantes y probablemente en vías de saturación o ya saturados. Todos hemos pasado por La Puntilla, Farray o Santa Catalina, a veces sorteando estas sillas y mesas… o buscando una libre. Es algo de lo que participamos tanto residentes como turistas.


Es en ese momento cuando una persona puede darse cuenta de que, mientras estás en la terraza (y puedes permitírtelo), todo parece ir bien; pero, al tomar cierta distancia y no participar directamente, es posible adquirir conciencia de lo que una terraza representa también para los vecinos y transeúntes.


Quizás el ruido (o, como se denomina en términos más técnicos, contaminación acústica) haya sido el elemento más destacado y polémico hasta la fecha en Las Palmas de Gran Canaria. En la ciudad, buena parte de sus terrazas deben recogerse a las 22:00 horas, algo poco habitual en otras ciudades de nuestro país, donde su uso se extiende incluso hasta la madrugada. Es compleja la gestión de este asunto, pues es en los espacios fetiche para el consumo en la vía pública (avenidas, paseos y plazas) donde se manifiestan nítidamente las tensiones, por ejemplo, entre dos derechos: el descanso y el ocio.

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También las terrazas ejemplifican muy bien otra disputa, ahora entre lo público y lo privado. Esas sillas y mesas que ves en la calle no son otra cosa que la materialización de un proceso de colonización del espacio público, autorizado por la administración mediante licencias y el pago de un canon. Pero, en definitiva, son una extensión de un negocio privado dentro de un espacio comunitario, lo que a veces se traduce en la colocación de parterres, mamparas ancladas al suelo y otros instalaches que impiden o dificultan el paso.


El mapa del reverso se fija en las vías públicas con mayor aforo en terrazas, lo que viene a localizar dónde existe mayor probabilidad de que encuentres una silla (ocupada o vacía) y el hecho de que, en estos lugares, no solo provoquen el disfrute que mencionaba antes, sino también otras externalidades negativas derivadas de la alta densidad.


Por mucho, el Paseo de Las Canteras es el que reúne más sillas, siendo la única vía que supera el millar de ellas (1.084). Claro, en este valor absoluto también juega un papel fundamental la longitud (y ancho) de la vía, que en este caso es kilométrica… Por ello, estaría bien fijarse en otra calle “más humilde” y, quizás, menos conocida, como la calle Tenerife (en el istmo), donde en muy pocos metros (ni 169) se reúnen 253 sillas. Esto la convierte en la calle de Las Palmas de Gran Canaria con mayor densidad de aforo en las terrazas, con 1,5 sillas por metro lineal.


De regreso al mapa del anverso, se puede observar cómo a estos focos les acompañan, en menor medida (es decir, con menor aforo total de terrazas), otros espacios vecinos como Arenales o, más al norte, la zona de Mesa y López; e, incluso, algunas partes de La Isleta. Finalmente, de forma casi testimonial, se observan concentraciones en áreas relativamente nuevas de la capital, como en Siete Palmas y en partes de Tamaraceite, donde la hostelería y servicios concentrados en grandes centros comerciales han convertido a esos espacios en centros urbanos secundarios para el ocio.

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En definitiva, hace falta una gestión integral de los espacios urbanos que entienda su uso por determinados perfiles, con diferentes subjetividades y necesidades que cambian con la edad, el tiempo y otros aspectos tan concretos como el día de la semana, la época del año, la hora, la tipología del servicio que se sirve y el tipo de clientela que atrae. La línea entre el uso y el abuso puede ser muy fina y, además, variable. Por suerte, las geógrafas y los geógrafos estamos preparados para ayudar en la elaboración de mapas de ruido, el diseño de espacios libres que concilien diferentes usos o aminoren los efectos negativos (pantallas o barreras acústicas); así como para asesorar la producción de políticas que equilibren los deseos de los residentes y el resto de los usuarios, haciendo más eficaz y sostenible el uso de la ciudad y sus partes.


Por suerte, puedes contar con nosotras/os para ayudarte con este tipo de problemas… y no solo para darte con el codo cuando estés a punto de decir "Sídney" en la pregunta del quesito azul del Trivial sobre la capital de Australia. Recuerda: es Canberra.

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De paso, estamos aquí para destrozar tópicos. El primero: es evidente que a nadie le pagan un sueldo por saber la capital de Kazajistán o la altitud del Teide. 

 

Lo del quesito azul está bien, pero a las geógrafas y los geógrafos se nos queda bastante corto.

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¡Vamos a verlo! 

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