Decadencia de la juventud,
¡vivan los 50!



01·JUL·2025
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Bro, esto está lleno de puretas…le decía recién iniciado el pasado 24 de junio un chaval a otro en la Playa de Las Canteras, al mismo tiempo que la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria cumplía otro año más, y ya van 547 celebrando San Juan.
Lo cierto es que la ciudad se nos hace mayor, y no solo porque ya son casi 5 siglos y medio desde que Juan Rejón fundó el Real de Las Tres Palmas junto a la desembocadura del barranco del Guiniguada (guiado, en buena parte, por sus conocimientos geográficos), sino también porque su población se está envejeciendo.

Según los últimos datos oficiales que sirve el Instituto Nacional de Estadística (INE), la ciudad grancanaria que ejerce la co-capitalidad del Archipiélago, sumó en 2024 un total de 380.436 personas. Por lo tanto, es con diferencia la más poblada de Canarias y entra en el top 10 de las grandes urbes españolas (concretamente en novena posición). Sin embargo, su estructura demográfica, o lo que es lo mismo, la forma en que se distribuye su población por edades, muestra un mayor peso de las cohortes de edad (así se llaman a los grupos de personas con edades similares, generalmente reunidos de 5 en 5 años) más veteranas.
En la década que trascurrió entre 2012 y 2022, la ciudad perdió 3.500 habitantes, pero sobre todo juventud. Digo esto porque la población joven (un calificativo peliagudo…) descendió notablemente. Por ejemplo, si dividimos a los residentes en tres grandes grupos de edad: de menos de 15 años, de esa edad a 64 y de 65 a más años, vemos que, en solo ese decenio, el primer grupo perdió 12.633 efectivos, mientras que los que ya están en edad de jubilación ganaron 14.323 personas. Por lo tanto, los niños y adolescentes pasaron de ser el 14,1% al 10,9% de la población, mientras que los mayores subieron del 15,6% al 19,5% (actualmente, 1 de cada 5 habitantes). Es decir, el panorama se complica porque la gente en edad de trabajar es cada vez menos en relación con los que merecidamente disfrutan de su pensión.
Este proceso queda claro también si dividimos a los ciudadanos en cohortes de 5 años y vemos su evolución. De 0 a 49 años, todas las cohortes, salvo la de personas entre 15 y 19 años, perdieron población. Por el contrario, todas las cohortes de 50 o más años, sin excepción, engordaron sus cifras. De hecho, el grupo de personas con más de medio siglo de vida que reside en la ciudad ha pasado de representar un tercio de la población en 2012 (34%), a significar el 43% en 2022.
Si utilizamos otra magnitud de cohorte, esta vez, de 10 en 10 años, nos damos cuenta de que los cincuentones dominan la ciudad (16,8% del total), seguidos muy de cerca por los cuarentones (16,4%).
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Ya ven: a partir de los 39, la sociedad se vuelve pizca faltona y encasqueta el sufijo “-ones”, uno tras otro, hasta que llegamos a los 80. Entonces, por vergüenza torera —o quizás por respeto a la veteranía— cambiamos de registro y pasamos a los “-narios”. Pero quien ríe último ríe mejor, y ojalá todos nosotros podamos llegar sanos, salvos y sonrientes más allá de los 100. Aunque es difícil, puesto que, en Las Palmas de Gran Canaria, según los datos de 2022, los centenarios solo eran 149.
En todo caso, no hay que saber mucho de leyes para saber que una de las que irremediablemente funciona es la de vida, e igual que ocurre con la fruta, el trascurso de los años nos da madurez. Al principio estamos un poco verdes y con el paso del tiempo, nos van saliendo pintitas, como a los plátanos canarios. Si vemos el mapa, comprobaremos que el dominio general de los cincuentañeros también es geográfico. Ahora bien, si se fijan en el verde intenso de Vegueta —ese que señala que los veinteañeros son el grupo más numeroso— puede que se lleven una sorpresa.
Esto porque creo que casi todos sabemos que no es precisamente una zona juvenil. Lo que ocurre es que, al clasificar por décadas, ese grupo gana por poco a los demás. Pero si miramos el mapa del reverso descubrimos que ese barrio, como muchos otros, es una zona demográficamente envejecida de la ciudad. Y, al contrario, barrios como Tamaraceite o Jinámar (donde predominan los grupos entre 50 y 59 años, y de entre 60 y 69 años en el primer mapa), resultan ser en realidad algunos de los más jóvenes en términos demográficos. Todo depende, al fin y al cabo, de cómo se organice, se represente y se analice la información: los mapas no son dibujos con colores, son el lenguaje de la Geografía, y como ocurre con cualquier idioma, hay que tener mucho cuidado con lo que se dice… y con cómo se dice.
Conocer estos datos y sus tendencias es fundamental para planificar el futuro. Los profesionales de la Geografía sí son conscientes del gran reto demográfico que afrontamos, que lo es también social y económico. Aquí estamos para aportar soluciones, comprendiendo que si la emigración —sobre todo de jóvenes— y el envejecimiento son malas noticias, la inmigración podría ser una buena para revertir estos procesos negativos. Al mismo tiempo, al igual que sabemos que no hay cremas mágicas que solucionen el envejecimiento, tampoco esto o las políticas en favor de la natalidad lo serán, por lo que será fundamental lidiar con la estructura demográfica actual y futura. Podríamos comenzar por planificar la ciudad para los habitantes que la viven… quizás resulte útil empezar a construir parques mixtos entre los infantiles y los biosaludables para el envejecimiento activo, donde abuelos y nietos compartan actividades.
De nuevo, resulta que la Geografía es más útil y diversa de lo que solemos pensar, así que bro, además de recomendarte comer tres piezas de fruta al día, y de contestar “Atacama” si en el quesito azul del Trivial te preguntan por el desierto más árido del mundo, te animo a matricularte en Geografía.
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De paso, estamos aquí para destrozar tópicos. El primero: es evidente que a nadie le pagan un sueldo por saber la capital de Kazajistán o la altitud del Teide.
Lo del quesito azul está bien, pero a las geógrafas y los geógrafos se nos queda bastante corto.
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¡Vamos a verlo!




